Uno de los principales errores que se cometen a la hora de diseñar y ejecutar una campaña electoral es el de no tener clara la verdadera importancia que tiene la figura de la persona voluntaria-activista ya que, sin lugar a dudas, si no disponemos de estos, vamos a ser incapaces de poder alcanzar nuestros objetivos comunicativos y de impacto, sean más ambiciosos o más humildes.
En la mayoría de los casos se suele menospreciar el trabajo que realizan este grupo de personas y, por tanto, el diseño de una estrategia específica para este aspecto suele estar a la cola en la lista de tareas a desarrollar.
Probablemente no dispongamos de unos recursos humanos idóneos para poder ejecutar nuestras acciones pero, sin lugar a dudas, vamos a contar con un grupo de personas que son perfectamente capaces de poder llevarlas a cabo. Durante estos últimos años la política ha ganado protagonismo en nuestros medios y, por tanto, la ciudadanía ha ido adquiriendo conceptos políticos que anteriormente no tenían. Si a esto le sumamos nuestra imprescindible labor didáctica que hemos de realizar, cualquier persona está preparada para realizar esta tarea.
Por regla general la mayoría de cargos políticos suelen vivir alejados de la realidad de los diferentes voluntarios-activistas de los partidos, obviándolos durante largas temporadas y buscándolos cuando los necesitan, lo que genera cierto desgaste entre las dos figuras y una pérdida, lógica, del compromiso para luchar por el mismo objetivo. Luego también está el caso de las secciones juveniles que la mayoría de las veces son tratados como equipo de fuerza para realizar las funciones más arduas mientras sólo reciben condescendencia e indiferencia pensando que es la mili que ‘los mayores’ también han pasado.
Para que una campaña sea un éxito es absolutamente imprescindible tener un equipo conectado y motivado que se sienta partícipe de tu proyecto y esto solo es posible si se cuenta con esas personas desde el minuto uno. Las personas voluntarias-activistas son las altavoces de nuestro mensaje y son ellas las responsables de que nuestra idea tenga la máxima audiencia entre los ciudadanos.
Es necesario tener un equipo de voluntarias-activistas organizado, abierto, que esté estructurado de manera horizontal, en el quel a persona que ostenta el liderazgo del partido sea parte activa y real de esta organización y que tenga una duración durante toda la campaña, aunque no sea de manera frecuente. Es decir, el líder o la lideresa debe de interactuar con este grupo y participar, aunque sea de manera esporádica en las diferentes actividades que este equipo realiza..Es imprescindible poder generar un debate abierto en el que las diferentes propuestas emitidas sean escuchadas y estudiadas y, cuando corresponda, llevadas a cabo.
Esta estrategia tiene 5 objetivos:
1. Configurar un equipo de personas que quieran participar de manera activa en la campaña electoral
2. Distribuir las tareas a realizar de una manera ordenada y adaptada a las características de cada uno
3. Realizar una labor didáctica para que todos las voluntarias-activistas sepan cómo trabajar para obtener un rendimiento más óptimo.
4. Tener una comunicación en bloque que nos permita configurar una imagen de marca cohesionada y una comunicación cohesionada entre todos los agentes que forman parte de la campaña electoral.
5. Elaborar un timing de la campaña electoral que nos permita poder organizar el trabajo a nivel interno y externo.
Además, si somos capaces de plantear una estrategia de activismo ambiciosa y la podemos desarrollar como merece, siempre existe la posibilidad de dotarle de una personalidad propia a la misma lo que nos va a permitir poder generar impactos comunicativos diferentes lo que nos ayudará a captar la atención de los medios tradicionales, así como el poder completar esta ‘mini-campaña’ mediante diferentes publicaciones en las redes sociales.
Cada vez que nos planteamos organizar una campaña electoral siempre hemos de recordar esto: una campaña electoral no funciona sin voluntarios, sin voluntarios comprometidos y motivados.